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8 de diciembre de 1863: La tragedia del incendio en la iglesia de la Compañía de Jesús


"Querida Luisa: por los varios par-

tes y por los periódicos de mañana

sobran los pormenores de la catástro-

fe de anoche; felizmente ninguno

de la familia ha perecido si no es

la Rosario Cañas. Ricardo Oballe per-

dio su mujer y cinco hijos. Doña Trini-

dad Larraín y la Eufracia también

perecieron. Claudio salio esta ma

ñana a las 7 para el Melon y

de allí a Puyaye a llevar esta

triste nueba a Manuel. Debe-

mos dar gracias a Dios de que

al sentimiento tan general no

se añada el de ninguno de nuestra

familia si no la Rosario Cañas.

Ayer escribí a tu mama anoche y

hoy también. Lo grande de la ca-

tastrofe ha evidenciado lo intenso

del dolor quiera alla estan su-

friendo mas por no saber lo que

pasa. A Ponciano que Benja

mín hable con su papa que no

ha habido novedad en su fami-

lia un abrazo a Gertrudis y

A Dios tu amante P[adre] Pedro Felix Vicuña (1)

El mito cuenta que el día lunes 8 de diciembre de 1863, había 20.000 velas encendidas al interior de la Iglesia de la Compañía. En aquel entonces era el templo más grande e imponente de Santiago y además centro de la fe religiosa y del carácter católico del país. El ocho de diciembre, las puertas del recinto religioso se abrieron con dos horas de anticipación a la misa principal que se realizaría a las siete de la tarde, ello porque se preveía una masiva concurrencia conforme lo indicaba el calendario religioso; era el día de la Inmaculada Concepción y el aniversario de la fundación de la cofradía las "Hijas de María" (2).

A eso de las 18.45 hrs., el interior de la iglesia estaba repleto de feligreses distribuidos de manera precisa: adelante, cerca del altar principal, las mujeres de la alta sociedad, sentadas en pisos o bancas que habían sido trasladadas por sus sirvientas personales, después las empleadas, tal vez junto con los hijos de sus amas y, finalmente, los hombres, junto a una de las puertas menores o laterales del templo.

El incendio se originó por la acción de un sacristán. Mientras encendía los quemadores de la base que sostenía la estatua de la virgen de la Inmaculada Concepción, uno de ellos, producto de la alta presión, hizo salir una llamarada que tomó las flores y guirnaldas que adornaban lo largo y ancho del edificio y como era una estructura de madera, el fuego se extendió con tal rapidez que contribuyó a la tragedia.

Lamentablemente las puertas de la Iglesia que, según la costumbre, eran cerradas para mejorar la acústica de las misas cantadas, además para asegurar una mejor iluminación, se abrían hacia adentro, aspecto que hizo que los feligreses, una vez percatados del fuego, e intentar correr para salir, se agolparan en las puertas haciendo imposible escapar de las llamas. Como los hombres estaban junto a una de las salidas laterales, fueron de los pocos asistentes que lograron arrancar, para dar aviso a todo quien podría brindar alguna ayuda. Aunque todo esfuerzo fue imposible.

A las 20.30 hrs. la tragedia mostraba toda su magnitud. Sin embargo, el número de muertos se mantenía en duda. Muchos familiares de quienes habían concurrido al culto, corrieron a almacenes, tiendas y casas de amigos o conocidos, buscando a los suyos, creciendo su angustia cuando no los encontraban.

La madrugada del día nueve, comenzó la tarea por parte de las autoridades de exhumar los cadáveres y el intento de los familiares del reconocimiento de sus deudos. También ese día la noticia era conocida en diversos lugares de Chile. Las cartas, junto a la prensa, fueron los vehículos principales como lo relata, Pedro Félix Vicuña a su hija, en la carta transcrita al inicio de esta nota. Félix Vicuña reitera dos veces a Luisa, en esta breve misiva, su alegría por no encontrarse entre los muertos algún miembro de su familia, excepto Rosario Cañas, pero también transmite su profunda pena por la muerte de la esposa y los cinco hijos de su amigo Ricardo Ovalle (3).

Por su parte, la prensa de la época informó que más de 164 carretones llenos de cuerpos calcinados hicieron el trayecto desde el centro de Santiago hasta el Cementerio General, donde los restos serían enterrados en una fosa común, como queda bien evidenciado en la copia del decreto del Ministerio del Interior, que dispone se entreguen 500 pesos al administrador del cementerio, Carlos Dávila, para que los utilice en el entierro de los cadáveres del incendio de la Iglesia de la Compañía (4).

Estos recursos, sin embargo, sólo alcanzaron para el pago de los doscientos hombres que trabajaron escavando la fosa común, así que los funerales tuvieron que ser costeados con la venta de las joyas que se encontraron entre los escombros de la iglesia y con recursos propios de los mismos familiares de las víctimas. Los mismos diarios y la corrección de informes posteriores entregaron la suma fatal de la "hoguera", como se llamó al incendio de la Iglesia de la Compañía: se salvaron alrededor de 1.000 mujeres y unos 300 hombres, pero murieron cerca de 2.000 mujeres y 25 hombres (5).

Los meses posteriores generaron un enconado debate en el ceno de la sociedad chilena. La Iglesia Católica, fue responsabilizada por mantener prácticas religiosas anticuadas, (se criticó los contenidos barrocos del culto que se desarrollaba en la Iglesia de la Compañía por la cofradía de las Hijas de María), que su influencia sobre las mujeres era perniciosa. Incluso, algunos sostuvieron que en las misas nocturnas, se desarrollaban prácticas inmorales con las que había que terminar de una vez. Por su parte, los órganos oficiales de la Iglesia Católica, como la Revista Católica, atribuían el incendio a un designio de Dios, que los fallecidos eran personas dignas de imitar por su religiosidad, humanidad y bondad.

Por cierto, no en la línea de la crítica ética de los sectores liberales, más radicales hacia la jerarquía eclesiástica, pero que representó los cambios que se avecinaban, el Concejo Municipal de la Municipalidad de Santiago los días 12 y 14 de diciembre de 1863, junto con manifestar su solidaridad con los familiares de los fallecidos y entregar las condolencias del caso, emitió un decreto prohibiendo la realización de misas en horarios nocturnos para evitar riesgos, enfermedades y peligros que estaban expuestos quienes concurrían a misas en dichos horarios (6).

La razón de fondo del debate, era que el país se encontraba en una coyuntura, en la cual el lugar de la Iglesia y su influjo sobre la sociedad y también sobre la política, se estaban replanteando: El avance secularizador, la modernización económica, los profundos cambios de influencia entre conservadores y liberales, manifestados en la llegada al poder de José Joaquín Pérez, se hicieron presente como telón de fondo en la tragedia de la iglesia de la Compañía. Así, junto con los escombros de la Compañía y de las vidas de demasiadas chilenas y chilenos, un cierto Chile "moría" para dar paso a uno nuevo.

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Fuentes:

(1) Fondo Sergio Fernandez Larraín. Volumen N°166, pza. 6.

(2) En 1854 se había fundado la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María. Formada exclusivamente por mujeres y que había tenido un gran éxito convocando a numerosas misas en la Iglesia de la Compañía, en que eran usadas numerosas velas para el alumbrado del interior del templo. (Sol Serrano, pág. 28)

(3) Fondo Sergio Fernandez Larraín. Volumen N°166, pza. 6.

(4) Archivo Nacional. Ministerio del Interior. Volumen N°439, fja.81.

(5) Sol Serrano, citando a Mariano Casanova señala que 1.638 mujeres se lograron identificar, pero numerosos cuerpos no fueron posible consignar su identidad. En "Qué hacer con Dios en la República", pág. 39.

(6) Archivo Nacional. Municipalidad de Santiago volumen N°197, fjs. 195-199vta.

Temas Relacionados:

En Memoria Chilena: El incendio de la iglesia de la Compañía de Jesús (1863).

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