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El libro visto desde su materialidad


El 23 de abril resulta ser una fecha simbólica para la literatura universal pues coincide con el día del fallecimiento de los escritores Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega en el año 1616.

Es por este motivo que la Conferencia General de la UNESCO elige y aprueba en París, el 15 de noviembre de 1995, el 23 de abril como el "Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor", para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores, fomentando el placer de la lectura y respetando la contribución de sus creadores al progreso social y cultural.

El libro [1] está constituido por su contenido y su continente. Ambos elementos pueden caminar unidos donde la relevancia de los escritos, son realzados por el arte inmerso en su encuadernación. Pero hay también casos donde este dúo camina por senderos separados: Un contenido con trascendencia histórica es envuelto, a veces, en la más modesta de las encuadernaciones, como también, en ocasiones, el artesano busca dejar su impronta artística en obras cuyo único valor del objeto, es la encuadernación.

Esta práctica tuvo sus orígenes en Grecia, donde grabados y documentos de pergaminos o papiros eran protegidos en envoltorios de piel. Más tarde, las hojas de los rollos comenzaron a doblarse por la mitad y a ser recortadas para dejarlas del mismo tamaño, procedimiento que dio surgimiento al códex o códice [2]. Sin embargo, es en los primeros siglos después de Cristo que comienza la historia del libro, especialmente entre los monasterios donde se copiaban las obras clásicas. Era costumbre encuadernar un grueso cuaderno cubierto de piel u otros materiales, para lo cual trabajaban con varios cuadernillos cosidos con una aguja. Entre el siglo X y XII se introduce el telar que permitió tecnificar el proceso de encuadernación.

El Archivo Nacional de Chile conserva en sus repositorios cientos de encuadernaciones que dan cuenta de la historia de la materialidad de los libros y documentos. Sus peculiares características permiten tener una visión del desarrollo de esta disciplina artesanal, desde la misma llegada de los españoles hasta el presente.

Estas son cuatro muestras correspondientes a los periodos de Conquista y Colonial. cuyas descripciones fueron realizadas por la conservadora y restauradora de libros Claudia Constanzo.


Carta de Hidalguía de Antón de Azoca

Esta Ejecutoria de Nobleza a la familia Azoca (Azócar) fue otorgada por la Real Cancillería de la ciudad de Granada, España, el año 1538. Corresponde al expediente probatorio de los servicios prestados al rey por parte de don Antón de Azoca. Arribó a Chile probablemente en manos de Santiago Azocar, uno de los 150 españoles que llegaron con el conquistador Pedro de Valdivia. La encuadernación de este documento fue realizada con tapas de madera forradas con cuero y gofrado[3]. Para resguardar su contenido, fue fortalecido con cierres de cuero y hebillas de metal, cuyos restos pueden observarse en la tapa posterior.

Esta ejecutoria está formada por un solo cuadernillo unido a la tapas con cintas de pergamino. Las hojas son de vitela [4] y su escritura fue realizada en tinta ferrogálica y con letras capitales iluminadas.


Libro Becerro

El Libro Becerro contiene las primeras actas del Cabildo de Santiago.

Representa el mayor testimonio documental del periodo de Conquista Hispana de estos territorios del extremo sur de América. Su existencia la debemos al escribano de Pedro de Valdivia, don Luis de Cartagena, quien reescribió el documento tras el ataque de Michimalonco al campamento español en el que fueron destruidos todos los documentos desde el año 1541 en adelante. En 1544, con la provisión de nuevo papel traído desde Europa, se dio a la terea de recuperar esas primeras actas perdidas, entre ellas el Acta de Fundación de Santiago del Nuevo Extremo.

Siguiendo la costumbre de la época, los papeles oficiales se cubrían en cuero para protegerlos de las condiciones ambientales y evitar que se los comieran los perros, además de ser guardados en baúles de tres llaves.

La encuadernación es flexible de pergamino tipo cartera con influencia mudéjar [5] con decoraciones de cuero e hilos de pergamino. En las tapas originales se observan restos de cuero y los orificios por donde pasaban los hilos de pergamino. También se observan restos de cuero del cierre de la carpeta.

A principios de la década de 1990 el Libro Becerro fue restaurado completamente haciendo aumentar su grosor significativamente, dificultando con ello la reencuadernación con las tapas originales.

En este proceso de restauración se optó por realizar una réplica para poder encuadernar los documentos originales. Las tapas fueron sometidas a una limpieza y guardadas con papeles libres de ácido en su interior a fin de conservarlas y evitar su deformación.


Reales Provisiones

El Cabildo de Santiago, como el resto de las instituciones coloniales, tuvo especial cuidado de contar con repositorios apropiados para la conservación de los documentos oficiales.

La encuadernación era usada con frecuencia, porque representaba la manera más idónea de preservar los testimonios escritos. Ejemplo de ello es que en 1776 la encuadernación utilizada por el cabildo consistía en pergamino flexible, con cuadernillos cosidos por el lomo y unidos a las tapas a través de nervios de pergamino y cubierta con escritura de tinta ferrogálica, como se puede observar en las imágenes.

Probablemente a fines del siglo XIX o primeras décadas del siglo XX, se optó por sobreponer a la encuadernación original una cubierta rígida de cartón forrado con papel, seguramente como parte de la reparación de la costura original


Carta de Hidalguía de Pedro Manuel Santa María Rettes

Durante todo el periodo colonial, los integrantes de la elite aristocrática española y criolla asentada en la Capitanía General de Chile, abogaban por demostrar su pureza de sangre blanca y ascendencia noble.

Muestra de este espíritu es el Certificado de Hidalguía de Pedro Manuel Santa María de 1785 y que es antepasado directo del presidente Domingo Santa María entre 1881 y 1885.

La encuadernación es de cuero con decoraciones en dorado en las tapas y en el lomo. En éste se observan seis nervios falsos. También tiene hojas de guarda marmoleadas [6], típicas de las encuadernaciones españolas del siglo XIX. Los documentos están reunidos en cuadernillos cosidos por el lomo.

Los documentos tienen como soporte papel de trapo, la escritura es de tinta ferrogálica y dibujos heráldicos a base de acuarela. Para proteger los escudos, se antepone una seda.


Fuentes:

- Fondo Cabildo de Santiago, volúmenes 1 y 39.

- Fondo Vario, volumen 80.

- Fondo Domingo Santa María, pieza Nº7858

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[1] Libro viene del latín "liber" en referencia a la parte interior de la corteza del árbol con que se elaboraba el papel.

[2] Libro manuscrito anterior a la invención de la imprenta.

[3] Estampado en seco motivos en relieve o en hueco sobre papel o en las cubiertas de un libro.

[4] Piel de vaca o ternera, adobada y muy pulida para escribir o pintar.

[5] Influencia musulmana.

[6] El "marmolado" es un procedimiento muy antiguo, consiste en reproducir dibujos haciendo flotar colores preparados en la superficie de un baño de agua. El color es transportado sobre una hoja de papel o tela. Cada hoja es una obra única.

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